¿Cual es la Solución para Nosotros?

Son manifestaciones diferentes de un mismo problema las responsables de que estemos aquí.  Algunos de nosotros respondemos a los estereotipos sociales de lo que es un sexólico, pero otros no. Algunos nos veíamos impulsados a vender o a comprar sexo en las calles, otros a obtenerlo de forma anónima en los bares y lugares publico. Algunos participábamos en aventuras destructivas que nos hacían sufrir o nos consumía una obsesión enfermiza con una persona concreta o con varias sucesivamente. Muchos no exteriorizábamos nuestras obsesiones, y recurríamos a la masturbacion compulsiva, a las imagines, a los fetiches, al fisgoneo (voyeurismo) y al exhibicionismo. Algunos maltratábamos a los demás. Y en el caso de muchos de nosotros, nuestras familias, compañeros de trabajo amigos sufrían las consecuencias de nuestras compulsiones. Creíamos que éramos los únicos que no podíamos dejar de hacer lo que hacíamos fuera lo que fuera–contra nuestra voluntad.

     Al conocer SA descubrimos que a pesar de las diferencias que hubiera entre nosotros teníamos un problema común, la obsesión con la lujuria, normalmente combinada con una necesidad compulsiva de sexo en alguna de sus formas. Vimos que, contemplados desde el interior, las actitudes y los sentimientos de todos nosotros eran semejantes. Cualesquiera que fueran las características de nuestro problema, estábamos languideciendo espiritualmente–la culpabilidad, el miedo y la soledad nos estaban matando–. A medida que descubrimos que teníamos un problema común, descubrimos también una solución común: los doce pasos de la recuperación que practicamos en nuestra fraternidad y cuyo fundamento es lo que llamamos sobriedad sexual. (Véanse las paginas 193-196 libro blanco)

     Nuestra definición de sobriedad representa, para nosotros, la condición básica y necesaria para alcanzar una liberación definitiva del sufrimiento que nos trajo a SA. Cuando hemos tratado de negar lo que nuestra común experiencia nos enseña, descubrimos que la recuperación se nos escapaba de las manos, fuéramos hombres o mujeres, casados o solteros; hubiéramos mantenido relaciones sexuales con personas de nuestro mismo sexo o del opuesto; y esto es verdad al margen de que nuestras relaciones hayan sido «comprometidas», «con significado» o aventuras de una sola noche; o aunque hayamos recurrido a las relaciones sexuales con nosotros mismos como válvula de escape físico. Al igual que a los hombres y mujeres de Alcohólicos Anónimos hace cincuenta años, «andarnos con medias tintas no nos sirvió de nada.»

     No pretendemos comprender todas las implicaciones de la sobriedad sexual. Algunos de nosotros hemos llegado al convencimiento de que esta posee una dimensión espiritual profunda, mientras que otros sostienen que sin una definición firme y clara, nuestro sexolismo se apoderaría de nosotros mas tarde o temprano. No pretendemos afirmar que la sobriedad por si misma produzca una recuperación duradera y gozosa. Como los alcohólicos, podemos haber dejado de beber sin estar sobrios en el sentido profundo de la palabra. Nosotros, al igual que otros adictos, podemos sufrir el síndrome de abstinencia cuando renunciamos a nuestra droga. Sin embargo, a pesar de nuestras dudas, luchas y confusión, consideramos que la sobriedad sexual es «la puerta de acceso a una liberta feliz y gozosa que no podríamos haber conocido de otra manera.» Por eso seguimos en SA.

Tenemos una solución. No pretendemos que sirva para todos, pero a nosotros nos resulta muy útil. Si te identificas con nosotros y crees que tu problema puede ser semejante, pasaremos a hablarte de nuestra solución.  

Una Advertencia

 Recomendamos a los recién llegados a Sexolicos Anónimos que no revelen su pasado sexual a su cónyuge ni a los miembros de su familia que no lo conozcan, sin meditarlo cuidadosamente y tras un periodo de sobriedad sexual, e incluso entonces, solo después de haberlo hablado con su padrino de SA o con el grupo. Normalmente, cuando somos nuevos en el programa, sentimos deseos de comunicar nuestra alegría a aquellos a los que nos sentimos mas unidos y de decírselo inmediatamente. Estas revelaciones pueden hacer mucho daño a los miembros de nuestra familia o a otros, y debieran limitarse al grupo al que pertenecemos mientras que no sea aconsejable proceder de otro modo. Por supuesto, si existe alguna posibilidad de que otros estén en peligro por nuestra culpa, hacemos lo que sea necesario para tratar de solucionar el problema.  

     Pocas cosas destruyen tanto las posibilidades de restaurar la armonía familiar como la confesión prematura a nuestro cónyuge o a los familiares de la violación de vínculos sagrados o la traición de la confianza depositada en nosotros. Aunque sea inconscientemente, tales confesiones pueden constituir un intento de liberarnos de nuestra culpabilidad, de ganar su simpatía, o pueden ser una mera demostración de fuerza de voluntad. Recomendamos la máxima precaución y discreción.

     La enmienda de los daños causados a la familia ha de comenzar por un cambio de actitud y de conducta en nuestra vida diaria. Mas tarde, cuando nuestra recuperación se consolide, descubriremos el modo de reparar directamente el daño causado. La ayuda del padrino y del grupo son indispensables en estos casos. Si es verdad que es esa nuestra intención, siempre encontraremos la forma de hacerlo.

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